La vitamina K es clave para la coagulación sanguínea, la salud ósea y la protección contra enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.
Cuando se habla de vitaminas esenciales para el organismo, suelen mencionarse la vitamina C por su papel en el sistema inmunológico, la vitamina D por su importancia en la absorción de calcio o la vitamina B por su papel en la producción de energía. Sin embargo, hay una gran desconocida que cumple funciones vitales y que, además, puede ayudar a vivir más y mejor: la vitamina K.
La función clave de la vitamina K en el cuerpo
La vitamina K es conocida principalmente por su papel en el proceso de coagulación de la sangre. Su presencia en el organismo permite que, en caso de una herida, los vasos sanguíneos se contraigan, reduciendo el sangrado y favoreciendo la reparación de los tejidos.
Como explica la dietista-nutricionista Elisa Escorihuela, cuando sufrimos una lesión, se activa una serie de reacciones químicas que generan un «parche» natural en la herida, evitando una pérdida excesiva de sangre.
Más allá de la coagulación: beneficios para la salud
Aunque esta función es esencial, la vitamina K tiene muchos otros beneficios:
Protección cardiovascular: La vitamina K2, presente en alimentos fermentados, pescados grasos, hígado y pollo, ayuda a prevenir la calcificación arterial, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Salud ósea: En personas mayores, especialmente en mujeres posmenopáusicas, activa la osteocalcina, una proteína que permite la mineralización ósea y ayuda a fijar el calcio en los huesos, reduciendo el riesgo de osteoporosis.
Protección neurológica: Es esencial para la producción de esfingolípidos, compuestos fundamentales para las membranas celulares neuronales. Bajos niveles de vitamina K se han relacionado con un mayor riesgo de Alzheimer y Parkinson.
⚡ Acción antiinflamatoria: Su efecto antioxidante ayuda a reducir el estrés oxidativo y protege el cerebro del deterioro asociado con la edad.
Reducción del riesgo de diabetes tipo 2: Mejora la sensibilidad a la insulina, lo que podría reducir la incidencia de diabetes en adultos mayores.
Dónde encontrar vitamina K
Existen dos tipos de vitamina K:
Vitamina K1: Presente en vegetales de hoja verde, como espinacas, col rizada, lechuga, brócoli y coles de Bruselas. También se encuentra en frutas como aguacate, kiwi, uvas verdes y ciruelas.
Vitamina K2: Se encuentra en alimentos fermentados (quesos, chucrut, natto), pescados grasos como el salmón y la caballa, además de en vísceras, hígado y pollo.
La recomendación diaria es de 70 mg de vitamina K1. En algunos casos, especialmente en personas con riesgo de osteoporosis, enfermedades cardiovasculares o resistencia a la insulina, puede ser recomendable una suplementación con vitamina K2, siempre bajo supervisión médica.
¿Cómo detectar un déficit de vitamina K?
Un nivel bajo de vitamina K puede estar relacionado con trastornos de malabsorción de grasas, como la celiaquía o la fibrosis quística, y también puede afectar a recién nacidos, ya que su organismo aún no tiene reservas suficientes de este nutriente.
Según la dietista-nutricionista Ana Colomer, los signos de una deficiencia incluyen:
Microhemorragias constantes: Si al darnos un golpe el sangrado es excesivo y tarda en detenerse.
Menstruaciones intensas y prolongadas: En el caso de las mujeres, puede indicar una baja coagulación sanguínea.
La vitamina K es mucho más que un simple parche natural para el cuerpo. Su impacto en la salud cardiovascular, ósea y neurológica la convierte en un nutriente esencial para mantener una vida más larga y saludable.