La placenta, ese órgano temporal que se desarrolla junto al embrión, es una de las maravillas de la evolución y una pieza clave en la biología de los mamíferos placentarios. Sin embargo, a pesar de su relevancia, casi siempre acaba siendo desechada como un residuo tras el parto, desaprovechando su enorme potencial médico y biológico.
Un órgano vital con múltiples funciones
Durante el embarazo, la placenta actúa como un puente vital entre la madre y el feto, permitiendo el intercambio de gases, nutrientes y residuos sin que la sangre de ambos llegue a mezclarse. Además, produce hormonas esenciales para regular tanto al organismo de la madre como al del feto. Cuando el bebé nace, este órgano «descartable» es expulsado del cuerpo y, en la mayoría de los casos, se incinera junto a otros residuos biológicos.
¿Por qué no aprovechar este recurso único?
La patóloga perinatal Mana Parast, de la Universidad de California en San Diego (UCSD), y sus colegas de Harvard y Massachusetts General Hospital, defienden que la placenta no debería considerarse un residuo, sino una fuente de valiosa información médica. Según explican, estudiar las patologías de la placenta podría revelar problemas de salud en la madre y el bebé y proporcionar pistas sobre complicaciones en embarazos futuros.
Indicador de salud y prevención de riesgos
Actualmente, las placentas suelen examinarse solo en casos extremos, como muertes fetales. Sin embargo, las alteraciones en la placenta están relacionadas con problemas como el bajo peso al nacer, problemas neurológicos en los bebés, y complicaciones en la madre como la preeclampsia (hipertensión gestacional).
Incluso podría usarse como marcador para predecir riesgos cardiovasculares futuros en la madre. En casos de partos prematuros, un análisis placentario podría detectar infecciones de forma temprana y evitar tratamientos inadecuados con antibióticos.
Un recurso infrautilizado
A pesar de su potencial, solo un 10% de las placentas en España se envían a análisis, según María de la Calle, jefa de Obstetricia Médica del Hospital La Paz. Esto incluye casos de muerte fetal, embarazos múltiples, infecciones o gemelos monocoriales. El resto, lamentablemente, se incinera.
Un futuro prometedor en la investigación
La placenta también podría ser clave en otros campos. Por ejemplo, se están explorando sus aplicaciones en la obtención de células madre y en el uso de su tejido para injertos en quemaduras y heridas, sin riesgo de rechazo inmunitario. Sin embargo, la donación de placenta no es una práctica común, ni siquiera en países desarrollados.
Según Parast, el objetivo no debe ser examinar todas las placentas, sino comenzar con las relacionadas con embarazos complicados. Este enfoque permitiría integrar la patología placentaria en la práctica clínica de manera factible.
¿Un recurso desaprovechado?
La placenta guarda pistas cruciales sobre la salud futura del bebé y de la madre. Ignorar su potencial es, como subraya Parast, un desperdicio médico y biológico. Aunque algunas madres optan por prácticas personales como convertirla en arte o consumirla, la comunidad científica insiste en la importancia de incorporarla en investigaciones clínicas para aprovechar todo su potencial.
La vida intrauterina está cada vez más reconocida como determinante de la salud adulta. Por ello, la placenta debería dejar de ser tratada como un desecho y empezar a ser valorada como el tesoro que realmente es.